El rosario de Mamá

¿Cuántas cuentas tiene un rosario?... alguien sabe?
Mi madre era muy creyente, pero nunca tuvo uno. Yo vi uno que tenía una de mis hermanas mayores.
Tenía muchas bolillitas y… un crucifijo. Lo usaba cundo iba a misa para navidad. A medida que rezaba, ella desplazaba suavemente sus dedos seleccionando una por el periodo que duraba cada uno de sus rezos.
Pero hoy pienso que dios si, le regalo uno, no lo podía dejar ni olvidarse de llevarlo consigo ni necesitaba ir a misa para usarlo porque su rosario era su propia vida, sus cuentas; sus sufrimientos y su rebozo era su pasado.
Lo que voy a relatar puede tildarse de ficticio pero no de exagerado, yo solo puedo relatar lo sucedido según lo contó tía Yrma, hermana de mamá.

1° Padre Nuestro!

Mama me sabía contar que su niñez había transcurrido Feliz allá en Catamarca, Tía Yrma dijo después del fallecimiento de ella, que no Mamá me contaba que cuando niño tenía 2 perros, uno se llamaba Farruco y el otro, Voluntario y que su hermano Juan era su compañero de andanzas dentro de la cotidiana vida en una estancia propiedad de mi abuelo Ramón Tula.
Por el contrario, Tía Yrma dijo que candelaria; mi madre; era abusada sexualmente por su propio padre y por su hermano Juan los cuales la iniciaron además en el vicio del alcohol (mamá tendría 8 años de edad).
Mama me sabía contar que sabían “chivatiar” por el monte con su inseparable hermano y que había un lugar muy hermoso llamado “Los Ochos Vados” en donde el agua cristalina corría por ocho afluentes arroyo abajo.

2° Padre Nuestro!

El relato paralelo sigue, cuando doña Carmen, (mi abuela) se entera de “lo que pasa”
envía a mama a Bs. As. a casa de una Tía de ella.

3° Gracias Señor

Allí conoce a un hombre (ella tendría 15 años) y luego de una relación de noviazgo queda embarazada, nace María del Carmen.
El rosario de sufrimientos y vejaciones de Doña Placida; mi madre; seguía desplazándose lento pero sin pausa entre sus temblorosas manos de adolescente.
Es que mama no me quiso convidar de su realidad o estoy ante la presencia de una Tía mitómana?   
 Cuando yo conocí a mama era una mujer adicta a la bebida, sumida en amarguras que tratable en vano de lavar con alcohol.
Bien; con una hija a cuestas conoce a Antonio Palermo; mi padre; mama dice que Carmencita es hija de una hermana y que se la dio para criar; se casan.

4° ¡Hay Dios!

Carmencita muere intoxicada, un accidente casero.
Mama nunca renegó de Dios, ella sabia decir “…ya vendrán tiempos mejores…” en tiempos de escasez, y en tiempos de bonanza decía “…hoy por ti mañana por mi…” al tiempo que preparaba un paquetito para un vecino.
La triste vida de mamá continua, su rosario le parece temer de dolor que no pasa nunca, ocasión de sufrir los dolores todos, y las aflicciones muchas.
Ella me decía durante aquellos oasis de tormenta: “…se como un padre para tus hermanos…” y me lo dijo por última vez en una de sus cartas poco antes de morir.

5° De esperanzas vivo Señor…

Al tiempo nace María Candelaria; mi hermana mayor. La familia por ese entonces se había mudado a Trelew. Allí permanecimos algunos años, al principio en Puerto Madryn donde nace mi hermana y luego a Trelew por el trabajo de mi padre; él era albañil.
Mamá me decía hablando de papá “… es un buro para trabajar… pero igual para los negocios…”
Pasando los años lo comprobé por mí mismo. El construía una casa con la ayuda de mama, trabajando todas las horas del día y cuando la vendía solo le alcanzaba para construir la mitad de otra. El concepto de felicidad que manejaban mis padres fluctuaba entre el trabajo duro y las desgracias familiares.
Mamá contaba que el reproche de papá era muy descarnado cuando después de nueve meses de espera les nacía una nena en vez de varón. El afirmaba que la culpa era de ella. Buscando el varón nace mi segunda hermana: Perla Marina.
Otra vez el reproche y los insultos hacia la dolorida parturienta, “…la semilla es buena pero el vientre no…”, sabia decirse en estos casos entre la italiana da.
En una oportunidad mi padre me dijo”…cuando tu madre vio que estaba embarazada de vos, tomo cuanta porquería le dijeron con la idea de abortarte…”  ¿Qué intención tenia esta declaración si mamá ya había muerto?.
Así fue que después de perla nace María del Carmen Reyna (le da el mismo nombre que la difunta).

6° “…Por mi culpa, por mi grandísima culpa…!”

Luego nazco yo, papá no cabria en su alegría, se le cumplió el sueño de tener un hijo varón! Cuando yo cumpliría nueve meses, Carmen tendría ya cuatro. Sufría de severa tos convulsa.
Se cuenta que un domingo se había hecho fuego preparando el horno de barro para el pan; ya las brasas estaban fuera debajo del horno para ayudar a mantener la temperatura. Papá se estaba afeitando, mamá en la cocina preparando la masa quizá, según contaba papá, la radio encendida no dejó oír los gritos de Carmencita cuando cayó entre las brasas del horno con su vestidito blanco.
Ya de grande vi llorar a mamá por aquella nena muchas veces a pesar de que habían pasado varios años. Luego de una corta agonía la nena fallece y mamá…enloquece, “... ¡Por tu culpa! es por tu culpa…!” le repetiría hasta el cansancio mi padre tras lo cual mamá queda afectada emocionalmente; busca a la nena por toda la casa, no acepta, no se resigna, no duerme; solo llora llamando a María del Carmen una y otra vez. 
El médico recomienda nuevos aires, nuevo lugar… otra provincia. En pocas semanas la familia parte rumbo a Mar del Plata.
Allí había vivido y trabajado mi abuelo Enrique Palermo padre de papá. La casa que teníamos en Trelew queda en manos de un amigo que promete cuidarla y alquilarla bien con muebles y todo.
¡Qué negocio! Jamás recibimos un solo peso en concepto de alquiler pero a la vez… que paradoja! Esa casa fue y es en la actualidad motivo de discordia en el matrimonio, entre los hijos y papá, todos contra todos. Por esa casa mi madre sufrió golpes y humillaciones por parte de papá. Pero no se vendió, partimos para Mar del Plata y con la familia, el drama.

7º “Dios te salve…”       

En Mar del Plata vivimos un tiempo en “El chalet de Borrasi…” así me llego a mi mente, pero yo era muy chico, que me voy a acordar!
Pero si me acuerdo del terreno que compro papá al costado de la vía del tren y de la casita de dos ambientes, de techo de chapa de cartón, paredes de roveroy y piso de tierra.  Allí yo fui Feliz!
Mi memoria en el tiempo de la inocencia quedo prendada de ese barrio, de esa ciudad, de esa casita. Allí nació mi hermana Blanca Nieves o Titina, como le llamábamos de siempre.
Bueno las cosas parecían mejorar, mamá creyó tocar el cielo con las manos cuando la cantidad de trabajo que mi padre realizaba se trocó en un chalet que hizo en la parte de enfrente del lote. Pero claro; también allí mi madre trabajo de peón, de albañil y además de madre de cinco hijos.
Queda mi madre embarazada de julio Cesar pero los viriles esfuerzos de la dura tarea de la construcción del chalet dieron como resultado el aborto espontáneo de mi hermano. “…Esos celos, esos malditos celos…” se le sabia escuchar decir a papá. Era parte de una vieja historia que acompaño al elenco más allá de lo imaginable.
Mi madre era celosa pero el mismo; mi papá me contó una anécdota que ilustro el porqué de esos celos enfermizos. Conclusión de la historia: la confianza se quebró y los celos tuvieron de forma perpetua el nombre de aquella dama que fue la tercera discordia: Juana.
El matrimonio discutía mucho y peleaban a menudo pero puedo decir que nunca vi pareja más feliz en toda mi vida. Como es esto así?. Lo ignoro, quizá mis ansias de niño de ver que no pelearan, potenciaba aquellos momentos gloriosos en los que los veía riendo a carcajadas. Era tan lindo vivir mis años de infancia en aquel hogar. Recuerdo, cuando el llegaba del trabajo, mama lo esperaba con una palangana con agua y sal para los pies luego de lo cual se sentaba a matear hasta el anochecer. Papá le contaba anécdotas del trabajo y reían juntos.
Eran algunas épocas sin tiempos ni fechas, eran ocasiones que guarde por siempre en mi memoria, como si cada episodio fuera la muestra de una rutina que no existió nunca. No siempre era bonanza, no todo era risas, tengo en mi mente imágenes de escenas en donde veo a mamá y papá abrasados en el típico paseo nocturno o cuando papá llegaba de trabajar y se anunciaba con un tipo de silbido corto y mamá le contestaba del mismo modo. Yo interpretaba esos saludos como “…ya llegue…!” y ella en su silbido respuesta le diría “…aquí estoy!” y al encontrarse él la abrazaba de la cintura y elevándola un tanto del suelo giraba mientras se besaban.
Otras veces veía la mano de papá como un relámpago erótico tocaba a su esposa por debajo de su talle a lo que ella contestaba con ademán mezquino pero sonriendo picarescamente.
Así que; hasta el día de hoy sigue siendo un misterio esa forma de amor que se prodigaban mutuamente. Allí en Mar del Plata papá trabajaba muy lejos, como dos horas de viaje a veces para lo cual mamá le preparaba una suculenta vianda que amarraba en el portaequipajes de la bicicleta. Como a las cinco de la mañana yo los escuchaba en la cocina conversando y preparándose para partir y volver de tarde luego de la caída del sol.
Bien; ahora nace América Esmeralda, “¡Otra vez mujer…!” diría mi padre pero bueno, ya éramos cinco, que se le va a hacer…!
La imagen de las discusiones va tomando forma y ya puedo ver a mi madre ebria; yo tenía ocho a los y sin darme cuenta estaba perdiendo la inocencia el drama me gano el alma, mama sufría, papa también, si, y mis hermanas mayores llevaban la peor parte quizá por ser casi adolescente o por ser mujeres.

8º “…Otra vez, Santa María…”

María; mi hermana; estaba al lado de un calentador a kerosene que estaba encendido en el suelo. Recuerdo que la rodeábamos los demás hermanos como la hermana mayor que era.
Papá y mamá habían prolongado un poco la modorra dominguera y remoloneaban en su pieza conversando de vaya a saber qué.
De repente una punta de la enaguas de Mary toma fuego y en la desesperación corre como una antorcha e irrumpe en el dormitorio de mamá gritando; inmediatamente papá la envuelve con una frazada apagando el fuego. La quemadura es pequeña, el susto es inmenso, el recuerdo del pasado cae en el hogar como una bomba.
Casi, casi se repite la historia, por poco o mucho siempre esta acechando la tragedia a la familia. En otra oportunidad, (esto me lo contó papá) mamá había estado  buscando la madriguera de las hormigas que diezmaban nuestra huerta, para lo cual vertía kerosene dentro del hormiguero y les prendía fuego. Qué Bien!, esta es la manera de matar hormigas; habrá dicho el que suscribe que solo contaría con cuatro años.
Un día, a la siesta mamá y papá trabajaban, yo tome entre mis manos una botella que contenía nafta y comencé a regar el surco de hormigas que circulaba la casita precaria de madera y robe roí.
Testimonio de papá:”…parece que Dios me hizo largar de trabajar más temprano para venir a casa y ver a mi hijo tratando infructuosamente de encender un fósforo…”. Adentro; dormían mis hermanos.
La mano de Dios siempre estuvo para protegernos. En esto mamá y papá eran unánimes: “…Dios, protege a nuestros hijos…!”
Yo puedo testificar hoy, que muchas veces fui salvado de accidentes graves y ocasiones potenciales de muerte, gracias a las oraciones de mis padres.
No distaba mucho una desgracia de una tragedia. En una oportunidad en que papá y mamá estaban trabajando ocurrió otra tragedia, no tan grave como las otras pero distinta, siempre era una nueva escena y los protagonistas éramos nosotros.
A veces unos como observadores pasivos otras como protagonista obligado, pero siempre, siempre el drama envolvía a toda la familia como una red de trama fina.
Mi hermana perla era y es poseedora de un espíritu indómito que durante su vida le costó muchas lágrimas, lamentos y logros.
Cuando niños ella era la que inventaba juegos sin pensar en las consecuencias y a veces, muchas veces eran juegos peligrosos.
Había armado mi padre un andamio de tres metros de altura al costado de una pared. Las advertencias eran para ella una atractiva oportunidad de trasgredir.
¡Subamos! Dijo la jefa y todos trepamos con miedo por aquella escalera hasta llegar al tablón más alto, allá arriba éramos cuatro sobre ese andamio saltando por lo divertido que era el cimbronazo. Cuando de repente… algo pasó… mi hermanita Titina yacía en el suelo de perfil, inmóvil, herida, inconsciente. No sé si el temor de aquel hecho bloqueo mi mente pero lo único que recuerdo es la imagen tomada desde arriba de mi hermana tirada en el suelo.
Por aquellas épocas, década del sesenta el país estaba convulsionado; la parálisis infantil arroja un negro manto sobre los lugares superpoblados, se lleva muchas viditas y los que se salvan, quedan paralíticos en menor o mayor grado.
Recuerdo los ojos casi desorbitados de mamá las escuchar las noticias. Ella siempre con el típico “… ¡Jesús María…!” en sus expresiones de asombro y temor. Pero Dios no quiso defraudarla y alejo la peste lejos de casa, no sin un poco de dolor. 
En el terreno vecino papá y mamá habían plantado tomates, todo el lugar. Y mamá dijo: “… a quemar todo!...” había que hacerlo, las autoridades recomendaban eso… y ella no lo dudo aunque ya los frutos estaban maduros y listos para cosechar.
Pero la melodía macabra no terminaba allí, en fin pareciera que nunca termina o que tiene la virtud de estar comenzando a cada instante.
En el `55 un Golpe de Estado derroca al General Perón, todas las obras que patrocinaba el Gobierno se detienen, hay bombardeo, destrucción, saqueo y… el fantasma de la desocupación aparece de día y no se esconde de noche. Papá había tomado un crédito hipotecario para terminar el chalet, no se siguen las obras que estaba haciendo y no se edifican nuevos edificios, el país se para y el banco reclama lo suyo.
Que habrá dicho papá? Renegociar la deuda? Ofrecer un nuevo trato? No, “… antes que el banco me la quite, la vendo yo…” y así es que la pone en venta a muy bajo precio; obtiene un comprador que paga de contado, cancela la deuda y… de vuelta a la Patagonia, a Trelew.
Claro; quizá no estuvo tan mal la idea después de todo porque pensaba en vender la casa del Chubut, volver a Mar del Plata y comprar otra casa nuevamente. Pero no contaba con el papel que juegan los sentimientos en las decisiones.
Ya para ese entonces la adicción de mamá a la bebida era muy evidente. Se podría decir que los días que surgieron a la venta de la casa en Mar del Plata fueron bastante placenteros, había dinero fresco, mamá hizo hacer ropa a medida para mis hermanas, papá me llevo a la tienda “Los Gallegos” y me vistió de “Pies a Cabeza”. Parecía que todos éramos felices después de todo, hasta papa se hizo hacer un traje a medida.

9º “…Padre nuestro, te ruego…

Una vez más nos encaminábamos a otra provincia sufriendo el desarraigo, las despedidas, las promesas de volver a ver a amigos. No sabíamos que nos encaminábamos hacia el principio del fin.
Luego de una larga travesía propia de los años aquellos, llegamos a destino: Trelew y la antigua casa.
Había intrusos en ella, no inquilinos. Nadie había cuidado nada, los techos dejaban pasar agua en los días de lluvia, los baños estaban semidestruidos, alguien había hachado leña y hecho fuego dentro de la cocina, sobre el piso de mosaicos, en fin… un desastre!.
Mi madre sufría hasta las lágrimas al ver usurpada y tan maltratada la casa que levantaron con tanto sacrificio.
Bueno; no sé en qué momento, mi madre tomo una firme determinación “…la casa no se vende…es para mis hijos…”
De alguna manera, aquellos inquilinos se fueron, también mi padre, y nosotros comenzamos una larga terapia de necesidades y privaciones.
Mi padre al ver que no pudo convencer a mamá de que diera su firma para vender y volver a Mar del Plata se enojo mucho y se fue a Bs. As.
Pasan los días, papá regresa al tiempo, quizá un año más o menos. Mamá había conseguido trabajo en una fábrica textil y tras mucho ruego a los dueños hizo que les dieran trabajo a mis hermanas también aunque eran menores de edad. Fue una época brava.
Las cosas de la mudanza llegaron varios meses después así que dormíamos en unos colchones de estopa en el suelo y los vecinos nos dieron ropa y algunas frazadas.
Nuevamente, los ruegos de mi madre se mezclaban en largas letanías con el alcohol y la bronca. Las ocasiones en que había discordia por causa de su estado de ebriedad se sucedían una tras otras; las peleas a golpes, los gritos e insultos eran el pan de cada día.
Ya no hacía falta que mamá trabajara, pero los años que siguieron fueron marcados a fuego por las consecuencias del vicio.
Mi vida cayó en una sombra de vergüenza y miedo lo mismo que la de mis hermanas. Las peleas se sucedían día tras día con algunos oasis de paz que duraban horas.
Mi pobre madre había abandonado la lucha.

10° “… Santa María…”

El rosario de mi madre había sido hecho para ella y era una joya de cuentas preciosas, si muy preciosas para Dios porque para ella fueron sufrimientos, uno tras otro, con la esperanza siempre en llegar a la última cuenta en donde inmediatamente… estaba el crucifijo.
Y así fue; un día aquellos dolores típicos de hígado fueron más frecuentes.
Ella se acordó de María, la madre de Jesús y de nosotros sus hijos. El médico observa las radiografías y deriva el caso a una clínica en Bs. As.
“Hay Señor!... algo me dice que no voy a volver!...” decía mamá mientras se despedía de nosotros rumbo a la clínica en Bs. As.
A partir de ese momento volvimos a tener la madre que siempre fue, la madre amorosa y protectora, la mamá que verdaderamente nos amaba, solo que ahora… nos lo decía por cartas.
Esas cartas que hoy hago perpetuar en este relato y que por primera vez comparto con quien quiera leer este libro de la vida de una madre; mi madre.
Así fue que tras un corto tiempo, tan corto como su vida, mamá llego a rezar una vez más por nosotros sus hijos y esta vez ya frente al crucifijo, encomendando una vez más el cuidado de nosotros a nosotros mismos y a Dios.
Mamá fallece el 17-02-64 tras una operación sin éxito, ya era tarde. Ella se fue,- dejo de sufrir-, diría el común  de la gente, pero dejo su voluntad y amor por cada uno de sus hijos en esas viejas cartas que ninguno de mis hermanos quiso conservar… y que yo atesore por tantos años.
En una de sus cartas me dice lo mismo que me repitiera una y otra vez en vida “… se como un padre para tus hermanos…”
Hoy creo haber cumplido en la medida que pude con esa consigna, porque gracias al don de Dios me dio de discernir verdades en la obscuridad pude ayudar más de una vez a alguno de ellos en sus problemas.
Mi hermana mayor me escribió: “…vos sos como mi hermano mayor, como un padre con tus palabras y consejos….”
La profecía de mamá se cumplió, el círculo se cerró una vez más.
Porque digo una vez más?...
Bueno es por causa de ese don que mamá tenia de hablar de cosas que iban a pasar… y pasaban. En aquellos días en que yo me mantenía recostado en su cama tratando de que a ella se le pasara un poco los efectos del alcohol, hablándole y escuchándola me decía: “… yo me voy a morir y tu padre se va a buscar una mujer más joven que los va a tener “sonando” a ustedes…” -pero no mamá-
Ella proseguía:”…vos defendí a tus hermanos menores, pero si después de todo ves que no podes; agarra tus cosas y te vas…”. Esto también se cumplió al pie de la letra.
Mamá sabia decir que era un don heredado de la abuela; su mamá. La abuela era india.
Quizá si alguien que conoce la historia diga que faltan datos o que sobran cosas, pero yo lo relato según lo viví y de acuerdo a los datos de Tía Yrma Yanpuetruz, hermana de mamá.
Si; existen cosas que por lo extensas no cuento pero quedan para mí y se irán a la tumba cuando me toque el turno. Cosas que tienen que ver con maltratos físicos de mi padre hacía mamá, de noches de sobresaltos y gritos y corridas que llenaron una parte de mi niñez de sombríos y grotescos duendes de terror que en cierta ocasión llegaron a enfermarme.
Si; son muchas anécdotas feas como así también otras hermosas; en fin; visto desde la óptica de una vida normal: todo normal.
Un poco de bien, un poco de mal; mamá y papá felices y jugueteando en una escena y en otra…bueno, lo que ya conté.
Siento reprimida la musa inspiradora al relatar el Rosario de Mamá porque no me inspiro como poeta; solo como hijo que quiere rendir tributo al sacrificio de una madre; su madre; que lo dio todo en el mas completo de los renunciamientos como ser humano.
¿Por qué; de todos los quehaceres de una madre no se puede suprimir el verbo morir?...
Sé que con mamá nos debemos una larga conversación, por cosas que quisiera decirle, por otras que deseo escucharle.
Creo firmemente en que nos levantaremos en la resurrección como familia y habrá tiempo para caminar a la par y llorar de gozo ya libres todos de este cuerpo enfermo de pecados y trémulo de dolor, y entonces, solo entonces; ya lejano el temor y la incertidumbre; dedicarnos a la tierna tarea de ser felices, de criar a los niños que murieron en la infancia, de abrazar a mis mayores que no conocí, de consolar a los que están solos.
Me sentiré en ese momento feliz de desposeer este cuerpo, envoltorio de mala calidad, descartable estuche que involuntariamente; una vez sin vida; colocamos bajo tierra como quien siembra semillas de ser humano esperando que brote hombre nuevo.






Mamá no brotó mujer nueva pero yo hice algo, por lo que germino para vida eterna hasta el día de hoy.-

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