PARA SENTIR Y....PENSAR

Asombro me da la sabiduría infinita de DIOS, que sabiendo que,caeriamos, dejó tropiezos en nuestro camino para asegurarnos bendiciones al levantarnos.
Sabiendo que desobedeceríamos, nos preparó la benevolente restitución en nuestros actos, para darnos la oportunidad de corregirnos.
Asombro me da, porque viendo que podríamos progresar, nos preparó el don del arrepentimiento y el milagro de un perdón.







Descifrar los jeroglíficos del alma, en su impenetrable misterio del yo soy, inquirir bajo el lema de lograr tener el resultado más preciado, que es el de encontrarse a sí mismo… y comprenderse.
De no ser complaciente ni permisivo con nosotros, con el yo interno espiritual y el ego natural; lo que quiero hacer – lo que debo hacer.
De no ser demasiado exigente con el quiero, ni demasiado negligente con el debo.
En fin, poner los pies en la tierra, sin retirar el alma del cielo.






“No mires la ignorancia en el ojo ajeno…
Antes saca la soberbia que está en tu propio ojo”.






“No solo de pan vivirá en hombre…
…sino de cada una de las cosas sencillas
Que componen su existencia…:
De sus logros,
De sus lágrimas y sus alegrías;
De sus caídas y sus saltos;
De su capacidad para ver la luz
Y de su valor para seguirla;
… de todo esto y además…
De mantener intacta su capacidad de asombro






Cuando nos parece que no recibimos respuestas a nuestras súplicas puede ser por:
1) Porque no hemos recorrido los pasos necesarios en los cuales se basa la respuesta.
2) Porque estamos en pecado y no nos arrepentimos.
3) Porque desconocemos la naturaleza y proceso de la revelación personal.
Si oramos y lo hacemos con fe…”sabiendo que recibiremos”…, aunque la respuesta no llegue en forma inmediata y espectacular, cuando nos levantamos de orar, estaremos facultados o autorizados para que lo que hagamos o decidamos con respecto a lo que estuvimos pidiendo al Señor, sea lo correcto, lo más indicado, aunque en ese momento no sintamos la confirmación que nos haga sentir en paz.
Porque no todos tenemos el don de recibir respuesta a la manera que la recibieron los profetas o santos de la antigüedad, de los cuales leemos ya que la fe es diferente en cada persona, más allá de la obediencia o diligencia.
La fe básica con la que venimos dotados, es distinta en cada uno de nosotros. Pero obstante la respuesta viene a todo el que pide, si lo hace sabiendo que recibirá.
La fe según el hombre es estar en armonía con el Espíritu Santo, el cual …”Sabe todas la cosas”…
Cuando el hombre de Cristo ora y pide, ruega u ordena, en virtud del sacerdocio mayor, solo actúa según lo preordinado para esa ocasión, ya sea por “casualidad” que destila de los actos de cada ser humano, cuyos actos están interconectados espiritualmente.
El hombre de fe cuando pide en oración y en espíritu, pedirá lo que el Espíritu Santo le dicta al corazón y de esta manera su pedido se cristaliza, ya que por medio del Espíritu “ve” la verdad tanto de lo que es, lo que será y lo que fue.




Los parámetros del pecado





El pecado es la intención que llevaría a hacer el mal en cualquier nivel o grado, si llegamos a la acción pecaminosa, el arrepentimiento exige restitución y abandono del pecado o acción negativa para progresar.
Si no pudimos llegar a la acción pecaminosa, el pecado sigue estando en nosotros en forma potencial como si fuera un mal espíritu en espera del cuerpo que consiste la acción.
Los hechos en sí, por sí solos, no son pecados, solo son hechos.
Las circunstancias, la intención y los deseos del corazón son los que catalogan la acción como buena o mala.
Lo que gobierna en esta armonía de hechos, intenciones y circunstancias, es el primero y segundo gran mandamiento, vidrio a través del cual se deben mirar todas las cosas.
Como ejemplo podemos citar casos en que contrario al mandamiento “no matarás”, en las escrituras leamos de casos en los que fue estrictamente necesarios y mandado por el Señor, quitar la vida a alguien o incluso en guerras necesarias.
Comprendamos que Satanás no está en la materia sino en el corazon del hombre.-

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