EL NIÑO Y SU SOPA


07-01-91

Casi diría que me cuesta trabajo escribir la fecha, ya que este año me pareció tan fugaz por el cúmulo de experiencias vividas. Es como si hubiera estado viviendo una charada durante doce meses y que luego al volver a la realidad, resulta que no lo puedo creer. Hay tantas cosas que dejé de hacer y tantas que debería de haber hecho, que más que alegría siento tristeza por el tiempo pasado mal empleado. El trabajo de buscar trabajo, la felicidad de mantener la felicidad y la paz de saber que, aunque el precio es alto, valió la pena vivir, pero… ese sentimiento de desgaste físico y anímico…
Me siento hoy, como aquel niño que no quiere tomar su sopa y protesta, pero luego lo hace y gracias alimento que recibe, luego puede reír, vivir, crecer, amar.
Al final de todo, uno debe llegar a la conclusión de que todo es en sí la vida misma, porque ¿Cómo podría definir el término “vida” sin tener en cuenta los hechos? ¿Cómo podría definir la felicidad sin incluir más de una persona?; pues así como el vivir es acción, movimiento, también el tiempo es movimiento.
Pero siempre querré tomar esta sopa que me da vida, que alimenta el ser. Cuando era niño mi madre siempre preparaba este líquido alimenticio que era como la presencia del pan o como si fuera sinónimo de comida. A veces sólo había para cenar eso: sopa, que en tiempos de escasez era recalentada y puesta nuevamente en la mesa; pero mi madre tenía el don de renovar todo lo que tocaba y esa sopa era mucho más rica que la vez anterior, porque ella batía un solo huevo y se lo mezclaba en el caldo hirviendo lo cual cambiaba totalmente su sabor convirtiéndolo en “comida nueva”.
Yo veo que mis hijos se hacen grandes y el futuro se me hace como el pasado reciente, tan cercano e inminente que no puedo hacer más que volver a preocuparme por el futuro de mis hijos y lo que el mundo será cuando ellos sean capaces de oprimir uno de los botones que cambie las cosas. ¿Cómo será la actividad de entonces?, el mundo en contra de ellos, ellos a favor del mundo….
No bastan los interrogantes, es más, sobran los interrogantes, porque dado el caso ellos vivirán sus vidas así como yo vivo la mía, sintiendo ansias, apetitos, frustraciones, tristezas y alegrías, todo por el sagrado derecho de vivir, convivir y dar lo mejor de sí, haciendo para esto el esfuerzo por ser feliz al encontrar la paz en la armonía de una buena existencia.
De esta forma el filosofar solo sirve para hacer más larga la espera y los grandes planes y proyectos de ser algo más que un hombre común, quedan día a día postergados y guardados entre tibias frases de autocompasión y renunciamiento.

Antonio Palermo

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