( Los Recuerdos...UN GRAN DON,...)
Podemos sentir como se espera el murmullo de las cosas espirituales cuando uno llega por casualidad o a propósito a un estado fugaz de paz, en el cual los dos del alma se abren para ver cosas que durante el día pasan desapercibidas a los sentidos que están muy ocupados en tratar de que el cuerpo todo, se mantenga en equilibrio sobre nuestros pies y que todo el organismo funcione adecuadamente para lograr una cosa solamente: la supervivencia del cuerpo. Pero habiendo logrado abrirse a esta pequeña y delgada cuerda que se nos tiende desde los cielos, podemos ver cosas que generalmente vienen envueltas en pequeños paquetes con rótulos de:
“RECUERDOS”.
Los recuerdos son mensajes que envía la vida desde el pasado, recuerdos, que no son más que vivencias del pasado y que calzan muy bien, como un rompecabezas, en vivencias del presente.
Entonces podemos decir que nos sentimos en paz ante aquellos recuerdos de cosas buenas o quizás nos sentimos mal si fueran experiencias amargas. Pero en realidad son pequeñas balsas a la deriva en el ancho mar de nuestra vida y sólo están allí para recibirnos en momentos felices, nostálgicos, o tristes, aunque sea en el último momento de nuestra existencia.
Entonces podemos decir que nos sentimos en paz ante aquellos recuerdos de cosas buenas o quizás nos sentimos mal si fueran experiencias amargas. Pero en realidad son pequeñas balsas a la deriva en el ancho mar de nuestra vida y sólo están allí para recibirnos en momentos felices, nostálgicos, o tristes, aunque sea en el último momento de nuestra existencia.
Pequeño farsante
Ayer observé a un niño hermoso, de unos tres años, rubio, de ojos claros y sonrisa juguetona y veía cómo a costa de sus graciosas muecas y pícaras miradas extraía caramelos de distintos bolsos de mujeres que le obsequiaban el preciado dulce, siempre acompañado de un abrazo y un beso. ¡Qué cosa tan maravillosa!... y entonces recordaba a jóvenes que una vez también fueron como ese niño y hoy ya son adultos, en sus ojos ya no hay inocencia, sino una mesurada y hasta insultante seriedad. Miran a sus mayores con aire sobrador porque se sienten hombres completos cuando aun queda en el rincón del ropero un antiguo pañal y en su corazón un rabioso sonajero.
Volví a observar al jovencito rubio, esta vez me miraba y apuraba su caramelo habiéndome señalado como su próxima víctima, era casi imposible no ceder a tal encanto y pensé: ¿cuál es el niño y cual el hombre?, el que veo ahora o el que quizás veamos después.
Las ansiedades
Si digo: “tengo sed o hambre, calor o frío”, hablo por mi cuerpo, pero si digo “siento amor”, “Siento tristeza, angustia, alegría”, estoy hablando de mi espíritu. Los sentimientos de bondad y felicidad pertenecen al espíritu. El odio pertenece al sentimiento del cuerpo.
Nuestras obras van sumando luz de oscuridad a nuestro espíritu, según la naturaleza de ellas.
Comentarios