Página treinta y seis

En esta página narra algo sobre un caso de una mujer que habiendo sido confidente del autor en muchas cosas, éste trató de ayudarla haciendo lo único que sabía hacer mejor: escribir. Y escribió para ella unos versos que decían así:
“Solo una vez se da la primera vez;
Solo una vez se tiene padres;
Solo una vez se es hijo en el mundo;
Solo una vez se es hombre en la tierra;
Y una vez solamente se vive el presente”.
Luego ella lo visita y se desarrolla un nuevo episodio:
(Ella): “Fue tan grande la estima que sentiste por mí que te alcanzó para escribir versos tan lindos que me hicieron sentir la vida como vida en sí misma, y no como una carga pesada de llevar”.
(Él): “Es que… yo siempre que escribí lo hice con sentimiento, y al conocerte, sentí que valía la pena trazar un pequeño arroyo en el papel que llevara un poco de agua, a tu marchita planta que yacía semimuerta.
Ahora sigue esforzándote por sembrar raíces, pero busca profundidad en la esencia de las cosas, porque debes saber que el agua verdadera, está después de la tormenta del esfuerzo genuino; está allí en la grandeza de la pequeñas decisiones, en la simpleza de desgajar un “NO” cuando el cuerpo dice “SÍ”; y en el valor para decir que “SÍ” cuando el carácter tosco dice “NO”.
Ciertamente habrás dejado una profundas huellas al salir del cielo, porque los ángeles te han podido seguir hasta aquí, y aunque has disfrazado tu verdadera apariencia con rostro y cuerpo de mujer común, ellos igual te reconocieron, y han tendido ante ti una larga alfombra de vida en tu camino de regreso a casa”.

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