La realidad perdida
LA REALIDAD PERDIDA
Caminando un
día por un sendero observé a un costado y entre unos tupidos árboles; una gran
puerta.
La
curiosidad me embargó por saber más. Con mucho esfuerzo llegué a ella entra
zarzas y terreno cenagoso, toqué a ella fuertemente, porque quería saber qué
había detrás. La puerta no era de una casa sino la de un alto y viejo paredón
que rodeaba todo el predio. De repente oí alguien acercándose a mi derecha y me
escondí para ver quién sería.
Llegó un hombre disfrazado de vaya a saber qué
y parándose al lado de la gran puerta metió su ruda mano en un hueco que había
a un costado, sacó una oxidada llave.
La expectativa y la curiosidad me mataban. El
individuo entró y cerró tras de sí la puerta. Luego de unos minutos que
parecieron siglos, el sujeto salió furtivamente, cerró, guardó la llave y se
fue. Mi corazón galopaba hacia adentro y tras la puerta.
Lo hice; la curiosidad ya era sobre mí una
espada de Damocles. Entré y estalló mi boca quedando de par en par tras lo que
vi. Allí en medio del lugar había un gran y viejo barco antiguo. Me moría por
entrar en él.
Caminé como
se camina en sueños medio volando y medio andando. La curiosidad aumentó y me
pesaba tanto que trepé con mucho esfuerzo por esa escalera para llegar al
interior. El barco era muy grande y si interior misterioso. Me detuve sobre la
arista de un segundo y me di cuenta que el mar más próximo estaba a cientos de
kilómetros y en la zona no había ningún río.
Luego allí en el medio de la proa vi un enorme
baúl como el de piratas con su respectivo candado antiguo. Entonces nuevamente
me espoleó la curiosidad y largó su anzuelo para que yo me acerque; y me
acerqué. Deseaba saber qué habría dentro. De pronto escuche un leve ruido a mis
espaldas, me vuelvo asustado y no veo a nadie pero lo único que veo es una
puerta que da al interior del barco pero en el marco y a la altura de un hombre
veo una llave colgada.
Me
incorporo, la tomo, porque sé que es la del candado. Mi corazón galopa ahora
hacia adentro del baúl y voy, me dejo llevar, veo como el ojo del candado sufre
al hurgarlo yo con la llave.
Lo quito luego de abrirlo y lo descarto como
si fuera la cáscara de una naranja. Levanto la pesada tapa y de repente, me
siento dueño de todos los asombros, de todos los espantos, me faltan ojos para
repartir la maravilla que veo, y corazón para conceptuar lo que siento.
No puedo
caer de asombro porque ya estoy de rodillas. Había abierto la tapa del fondo
del mundo y estaba en presencia del espacio sideral.
De repente
todo comenzó a salir al espacio exterior por dentro del baúl; yo me aferré al
palo mayor del barco y vi pasar en un gran remolino cuanta cosa había visto yo
antes: la gran puerta, el viejo pirata, el camino, los árboles, en fin, era
como si el mundo se estuviera desagotando por ese agujero hacia la nada.
Cuando esa
tormenta parecía que estaba por pasar y yo me sentía seguro agarrando al palo
mayor del barco, éste comenzó a zamarrearse junto con todo el entorno y al
comenzar a girar inició su viaje hacia el infinito a través del fondo del baúl
al tiempo que yo me soltaba evitando ser arrastrado.
Fue un instante
en que quedé en el aire; el remolino me absorbe; abro mis brazos lo más que
puedo y en el momento en que me acerco al baúl, alcanzo a manotear la tapa y lo
cierro con violencia. Cuando todo parece calmarse unas grandes garras me arañan
el rostro, no puedo respirar y en un sobresalto me despierto al tiempo de hacer
caer al suelo a mi gato que ya de mañana me pide salir
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