( Mis Ojos y El Mar....)
Cuando vivía en Trelew solía ir a trabajar a la vecina ciudad Costera de Camarones donde un puñado de casas modestas se enclavaba en la ladera de una pronunciada pendiente de una meseta. Es un pueblito donde casi no hay vehículos a nafta ni bicicletas porque todo queda tan cerca…, y como el pueblo termina en la playa, se puede observar todas las casas desde cualquier punto en donde se encuentre uno. Pero había algo de lo cual bebí mucho en mis flamantes veinte años: el mar. Si, el mar verde un día y azul al otro, para tornarse gris algunas veces. Bebí su aroma, sus murmullos, su arrullo en las aves que vivían en su costa y además, me estremecía por las noches de mar de fondo, con su bramido apagado como una explosión subterránea. ¡Qué belleza inmensurable!. Por aquellos días de pocas responsabilidades y muchos sueños, aprendí a comunicarme con el mar según el paisaje que me ofrecía a cada día. Si era de tarde al caer el sol, yacía yo sobre una roca sentado como una gaviota cansada y lo